Yela, M. (1987). Notas sobre el origen de la psicología científica
en España: El Dr. Simarro. En M.C. Iglesias (coord.), Historia y pensamiento.
Homenaje a Luis Díez del Corral (pág 511-518). Madrid:
Eudema.
Notas sobre el origen de la psicología científica en España: El Dr. Simarro
Mariano Yela
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
Universidad Complutense. Madrid
El rapto de Europa no significa sólo ni principalmente que Europa
haya sido y continúe siendo raptada. Significa también y sobre todo que consiste
ella misma en rapto o éxtasis. Europa, al inventar su cultura y su
civilización, las ofrece y da, las crea con pretensión de universalidad, y, de
hecho, las dos se van haciendo, al correr de los siglos planetarias, al menos en
algunos de sus componentes fundamentales.
El primero en mostrarlo fue Luis Diez del Corral. Es cosa sabida.
Lo que tal vez se sepa menos es que lo mismo que a Europa le ocurre a él. No
sólo sus obras escritas lo son para todos y todo hombre culto desde Japón a
Estados Unidos, pasando por nuestra Europa, directa o indirectamente, le debe
algo, sino que él mismo es un hombre siempre dispuesto a dar a los demás su
saber y su tiempo.
Yo puedo atestiguarlo. Le conocí
por el año de 1948, en París. El era agregado cultural de la Embajada española.
Yo, un estudiante desconocido. Acababa yo de fundar con el Dr. Germain, y bajo
su dirección, el Departamento de
Psicología Experimental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Apenas teníamos nada, salvo ilusiones y proyectos. Uno de ellos era
reunir una biblioteca de psicología. Contábamos, para empezar, con los libros
de la biblioteca de Simarro, como luego explicaré. Viajé a Londres donde con la
ayuda que, por las gestiones de Rafael Calvo Serer, me proporcionaron la
Embajada y el Instituto Español, adquirí algunas docenas de los libros más selectos y
recientes.
De vuelta a España, pasé por París. En nuestra Embajada hablé de
mis proyectos. Luis Diez del Corral me escuchó y enseguida su generosidad se
puso en marcha. Me proporcionó ayuda
económica y consejo y, lo que nunca
podré olvidar, me entregó muchas horas de su tiempo. Me dirigió y
acompañó a la vieja librería de Vrin, en la plaza de la Sorbona. Allí,
enfundados en largos guardapolvos, dedicamos un día casi entero a explorar
varios pisos atestados de libros polvorientos. De vez en cuando sonaba una
exclamación de alegría: un hallazgo, un libro deseado, una edición
rara.
En estas andanzas descubrimos, de pronto, los libros psicológicos
de la biblioteca de Pierre Janet, fallecido hacía unos meses, y que Monsieur
Vrin había adquirido. Luis me acompañó, tan gozoso como yo mismo, en la
exploración, búsqueda y captura de los libros de Janet, entremezclados con
otros muy diversos en rimeros desordenados por varias estancias. Habíamos
descubierto un pequeño tesoro. Las obras principales de la naciente psicología
científica iban apareciendo ante mis ojos ávidos y la sonrisa complacida y
comprensiva de Luis: las ediciones primeras de Fechner, Brentano, Wundt, Müller,
Katz, Kohler, Morton Prince, William James, Freud, Charcot..., muchas de ellas
dedicadas por sus autores a Janet y todas enriquecidas por éste con múltiples
notas manuscritas en los márgenes de sus páginas.
Sirva este mínimo recuerdo, para mí entrañable, como parte del
justo homenaje que rendimos a Luis Diez del Corral sus admiradores y amigos.
Algo tiene que ver con la historia de la psicología española reciente, como
mucho tiene que ver con esa historia las breves notas que a continuación ofrezco
sobre la figura singular del Dr. Simarro.
Luis Simarro es uno de los fundadores de la psicología científica
en España. Nace en 1851. Por esos años se inaugura en el mundo una nueva
manera de pensar en biología y psicología: la perspectiva evolucionista y el
método experimental. Helmholtz mide la velocidad del impulso nervioso, en 1850,
publica en 1847 su trabajo sobre la conservación de la energía y en 1856 su
Óptica fisiológica. En 1859 aparecen las Lecciones, de Claude
Bernard, y El Origen de las especies, de Darwin. En 1860, los
Elementos de Psicofísica, de Fechner. Los cimientos de una psicología
fisiológica, psicofísica y experimental están echados.
Sobre ellos construirá la generación de los que nace, según las
cuentas de Marías, en torno a 1841, el primer edificio de la psicología
positiva. Son los que yo llamo los grandes fundadores, como Wundt (1832),
Dilthey (1833), Brentano (1838), Ribot (1839) o William James (1842). A ella
pertenece en España Francisco Giner de los Ríos (1839), el introductor de las
primeras referencias sistemáticas, aunque elementales, a la nueva psicología de
Fechner y Wundt.
Simarro es continuador de ellos. Aporta, como Cajal (1852) y Turró
(1854), un nuevo impulso original a la neurología y a la psicología, como, según
nos recueda Helio Carpintero[1], hicieron los grandes instauradores
fuera de España, pertenecientes a lo que yo denomino segunda generación de
fundadores: Pavlov (1849), Freud (1856), Binet (1857), Husserl (1859), Janet
(1859), Dewey (1859), Cattel (1860), Kulpe (1862), Spearman (1863).
La fase siguiente es de consolidación: Titchener (1867), Claparéde
(1873), Thorndike (1874) y, en España, algún discípulo y propagandista de Wundt,
como Eloy Luis André.
La generación siguiente, de los que nacen en torno a 1886, la
constituyen los grandes renovadores de la psicología, los que forman la tercera
generación de fundadores. Los conductistas: Watson (1878), Hull (1884) y Tolman
(1886); los gestaltistas: Wertheimer (1880), Katz (1884), Koffka (1886) y Kóhler
(1887); los sistematizadores de la psicología experimental en lengua francesa:
Wallon (1879), Piéron (1881) y Michotte (1881), y los que desarrollaron los
métodos psicométricos y factoriales: Burt (1883) y Thurstone (1887). En España
es la generación de los grandes europeistas, como Ortega y Marañón, y, en el
campo más restringido de la psicología y ciencias afines, los que se incorporan
a la renovación escolástica, como Barbado y a la orientación de Lovaina, como
Zaragüeta, y los que inauguran la efectiva investigación experimental en
psicología y psiconeurología, como Lafora, Achúcarro y Sacristán, todos, en
alguna medida, discípulos de Simarro y Cajal.
Discípulo de Lafora es Germain (1897) y con él sus coetáneos
extranjeros, como Piaget (1896) y Skinner (1904), y españoles, como Mira,
Mallart, Justo Gonzalo, Sarro, Mercedes Rodrigo, María Soriano, Moragas, Garma,
López-Ibor, Soto o Valenciano, se consolida y amplía la investigación
psicológica, con un cierto predominio, en lo que atañe a los españoles, de las
vertientes psiquiátricas y psicotécnicas. Por ellos, y por la obra histórica,
filosófica y antropológica de Zubiri, Laín y Marías, nos llega a nosotros,
después del interregno de dos guerras, la nuestra y la mundial, la psicología de
nuestro pasado y, muy principalmente, los aspectos más estrictamente
científicos de la línea que, como subraya Valenciano, empieza en Giner de los
Ríos y prosigue por Simarro, Lafora y Germain[2].
Giner, en lo que atañe a la psicología experimental, fue, a lo más,
un precursor y un buen expositor de ella en breviarios claros y elementales. El
primer cultivador competente de la nueva ciencia en España fue
Simarro.
No cabe, aquí y ahora, detenerse en los pormenores de su vida y su
obra. Me limitaré a esbozar sus aportaciones más significativas y a esclarecer
algunos puntos mal sabidos o tergiversados.
Simarro fue el primer catedrático de psicología experimental
en España y creo que también el primero en el mundo que ocupó una cátedra de
dicha disciplina en una Facultad de Ciencias. Su título, firmado el 5 de mayo
de 1902 por el Conde de Romanones, ministro de Instrucción Pública y Bellas
Artes, le acredita como «Catedrático de Psicología Experimental, en virtud de
oposición, de la Sección de Naturales de la Facultad de Ciencias de la
Universidad Central, con el haber anual de 4.500 pesetas».
No fue su primera
ni su última ocupación docente de carácter psicológico. Según documentos que
obran en el archivo de la Fundación Simarro, explicó psicología en los cursos de
fisiología que dio, desde 1877, en la Institución Libre de Enseñanza, como
acreditan sus publicaciones en el Boletín de la Institución, los
resúmenes de sus alumnos y el nombramiento firmado por Manuel B. Cossío, por
delegación del Secretario de la Institución, Hermenegildo Giner. Fue
asimismo profesor de psicología, desde
1899,
en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid y, desde 1903, en la
Escuela de Criminología. Fue también el fundador del primer laboratorio de
Psicología Experimental en España, inicialmente en el Museo Pedagógico y,
luego, en la Universidad de Madrid.
Enseñó y divulgó una psicología experimental fundamentada en la
neurofisiología y que, en su intención, habría de servir de base a una
educación que contribuyera a transformar el carácter nacional, orientándolo
hacia «los supremos valores de la ciencia y la libertad». Publicó poco. Por sus
breves notas y escritos, de los que yo destacaría De la iteración[3], y por los resúmenes de sus
discípulos, sobre todo el que presenta J. Vicente Viqueira en su libro La
Psicología Contemporánea[4], está claro que hizo
contribuciones originales en neurohistología y en psicología
experimental.
Su teoría de la iteración, interpretada en un marco
evolucionista, adelanta, de forma sistemática y general, aunque no precisa ni
experimentalmente confirmada, los conceptos de reflejo condicionado, que
expondrá Pavlov en Madrid, en 1903, y de refuerzo, que, tras la
aportación inicial de Thorndike, en 1898, será progresivamente enriquecido por
el conductismo y neoconductismo desde Watson hasta nuestros días.
Según Simarro, la iteración de estímulos y respuestas conjuntados
produce una contigüidad en los procesos fisiológicos que abre nuevas vías
neurales facilitadoras de su utilización ulterior. La contigüidad fisiológica es
la base de los tropismos físico-químicos y, en organismos más evolucionados, de
sus reflejos y combinaciones que, a través de la herencia, van constituyendo los
instintos. Las combinaciones de reflejos, instintos y asociaciones psíquicas
adquiridas, forman los hábitos y permiten la ampliación de la vida consciente
mediante la memoria y la inteligencia. Estos procesos son auténticamente
psíquicos, cognoscitivos y sentimentales, no meros epifenómenos —lo que separa
a Simarro de cualquier conductismo o reflexología reduccionistas— pero, a la
postre, consisten tan sólo en asociaciones y combinaciones de ellas.
La obra docente,
innovadora y divulgadora de Simarro fue sobresaliente y decisiva. Su obra
escrita y sus trabajos de investigación experimental en psicología son, sin
embargo, escasos. Su personalidad desmesurada, idealista, generosa, radical y
quijotesca, le impulsó a iniciar y tocar muchas cuestiones y le impidió ahondar
en ninguna. No tuvo tiempo ni probablemente inclinación para el trabajo
minucioso, sosegado y paciente que exige el desarrollo de la teoría científica
y la comprobación experimental. Como declara Lafora, no parece que llegara a
dominar las técnicas instrumentales de la psicología experimental y aplicada, ya
entonces muy abundantes y prolijas. Fue un sembrador de ideas, que difundió
generosamente; entregó y tal vez malgastó su inmenso talento en conferencias
divulgadoras, como se lamentaba Cajal, y dedicó lo mejor de sus energías, con
apasionado afán regeneracionista, a multitud de empresas culturales y de luchas
políticas. Fue, a la vez, y en todo de forma sobresaliente, un hombre de
ciencia, un artista y cultivador de amistades con artistas y poetas, como
Sorolla y Juan Ramón Jiménez, un ideólogo y un creador e investigador brillante,
lúcido y, en el terreno científico, inconstante.
Merecería la pena estudiar con cuidado su personalidad
desasosegada, propicia a suscitar grandes amistades y no menores oposiciones
hostiles. Un pormenor de su vida, que verosímilmente influyó en su carácter, fue
su temprana orfandad y el suicidio de su madre. No está claro cómo aconteció.
Viqueira (o. c., p. 52), su discípulo y amigo durante muchos años, nos dice que
la madre se arrojó desde una azotea a la calle con su hijo Luis, de tres años,
en brazos. Agrega, incluso, que de ello le quedó a Simarro una leve cojera.
Salcedo, su condiscípulo, amigo y admirador, da otra versión del hecho, fundado
en el testimonio de los parientes inmediatos de Simarro: el niño estaba en la
cama cuando la madre se suicidó[5]. Esperemos que algún historiador
aclare el caso y su posible influjo en la vida de Simarro.
No está tampoco comprobado que hiciera los descubrimientos
histológicos que, sin duda correctamente, se le atribuyen (Viqueira,
Kaplan)[6], como la distinción, por los
corpúsculos de Nissl, entre los cilindroejes y las dendritas, o las placas
seniles. El no publicó nada sobre estos puntos y las declaraciones de otros no
están que yo sepa, documentadas. Tal vez entre las preparaciones microtómicas y
las ampliaciones fotográficas, muchas de ellas tituladas y fechadas, que
conservamos en los archivos de la Fundación Simarro, estén las pruebas de estos
descubrimientos, que algún especialista debiera examinar.
El profundo interés de Simarro por la psicología científica y la
limpia generosidad de su ánimo, quedan atestiguados por su última voluntad. Deja
la mitad de su fortuna, por un valor de más de medio millón de pesetas de
entonces (1921), para que se constituya una Fundación destinada a organizar un
Laboratorio de Psicología Experimental con el objeto exclusivo de promover la
psicología como ciencia pura y aplicada, mediante investigaciones, cursos,
becas y publicaciones.
Entre los documentos archivados en la Facultad de Psicología,
figura el de la constitución inicial de la Fundación Simarro, el 7 de noviembre
de 1927, por el Dr. Juan Madinaveitia, médico, Domingo Barnés, Secretario del
Museo Pedagógico Nacional, y Cipriano Rodrigo Lavín, profesor auxiliar de la
Facultad de Ciencias de la Universidad Central, en calidad de albaceas del Dr.
Simarro y para cumplir el encargo que en su testamento les hizo. Los tres forman
el primer Patronato de la Fundación. El plan de organizar un Laboratorio de
Psicología, al parecer y según afirma Vicente Viqueira, nunca se cumplió. Los
libros, aparatos y cuadros del legado se trasladaron provisionalmente, según el
Dr. Salcedo[7], al Museo de Historia Natural. Sin
duda, no hubo tiempo para más. En 1936 todo quedó interrumpido por la
guerra.
Otro documento que
conservamos, firmado por el Rector de la Universidad de Madrid y el Decano de
la Facultad de Ciencias, en febrero de 1948, acredita la
reorganización de la Fundación, que, con los mismos fines, adopta la
Universidad Central. El nuevo Patronato estaría presidido por el Rector y una
Junta Asesora formada por el Decano de la Facultad de Ciencias, un Catedrático
de la Universidad de Madrid y otra persona experta en psicología experimental.
Una vez constituido el laboratorio y para su coordinación con la Facultad de
Ciencias, se nombraría una Junta Mixta, compuesta por los tres miembros de la
Junta Asesora y dos Catedráticos de la Facultad de Ciencias y presidida por el
Decano de dicha Facultad.
Merece la pena subrayar el hecho de que los intentos más serios de
incorporar la psicología experimental a la Universidad se hicieran en España en
la Facultad de Ciencias, con la que nunca la psicología debió perder contacto,
del mismo modo que no debe perderlo con las Facultades filosóficas y
humanísticas. El caso es que no hay noticia de que el Laboratorio se organizase,
ni de que se efectuaran los nombramientos del nuevo Patronato a tenor de las
disposiciones antedichas. Sólo funcionó, o al menos se mantuvo, bajo el cuidado
de Rodrigo Lavín, el viejo laboratorio de Simarro, que hoy conservamos como
Museo en la actual Facultad de Psicología (Campus de Somosaguas), de la
Universidad Complutense.
Los sucesivos intentos fallidos iban a dar fruto por una nueva vía.
En 1948, bajo el patrocinio de Albareda, Secretario del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, y de Zaragüeta, Director del Instituto Luis Vives
de Filosofía, organizamos, en el seno de este Instituto, el Departamento de
Psicología Experimental, del que el Dr. Germain, original promotor, fue nombrado
Director y yo Secretario.
Asimismo, en 1953, con la ayuda de Laín Entralgo, Rector de la
Universidad de Madrid, creamos y organizamos, en el Pabellón Valdecilla del
viejo edificio de la calle de S. Bernardo, la Escuela de Psicología y
Psicotecnia de dicha Universidad, de la que Zaragüeta fue Director y yo
Secretario.
Trasladamos, entonces, al Departamento de Psicología Experimental,
en la calle de Serrano, frente al Instituto Ramiro de Maeztu, los libros,
aparatos, preparaciones micrográficas y de experimentación psicológica, varias
carpetas con esquemas, notas y documentos, y algunos cuadros de la Fundación.
La mayor parte de la documentación de Simarro se trasladó a la Escuela de
Psicología y Psicotecnia. Y los cuadros se depositaron, para su mejor
protección, en la Facultad de Filosofía y Letras, en el edificio A de la ciudad
Universitaria, donde todavía siguen, excepto el cuadro de Sorolla que representa
al Dr. Simarro en el laboratorio, que está en el Decanato de la Facultad de
Psicología y un estupendo boceto de Simarro, también de Sorolla, que conservo en
mi despacho de la Facultad.
El nuevo y
efectivo Patronato de la Fundación lo formaron, bajo la presidencia del Rector,
Juan Zaragüeta, Catedrático de Psicología, Juan J. López Ibor, Catedrático de
Psiquiatría, y José Germain, Director del Departamento de Psicología
Experimental. En 1963 fui nombrado miembro del Patronato y, algún tiempo
después, se incorporaron al mismo Manuel Ubeda y José L. Pinillos. Desde
entonces el Patronato no se ha alterado, salvo por la muerte de D. Juan
Zaragüeta y la reforma, ahora en curso, de todas las Fundaciones para constituir
una única Fundación de la Universidad Complutense, que
respete los fines de las que en ella se integran y permita su mejor desarrollo y
administración.
Cuando, en 1963, me incorporé al Patronato, comprobé que los
intereses del capital y valores de la Fundación —aproximadamente unas 100.000
pesetas anuales— eran ya insuficientes para la organización de un nuevo
Laboratorio. Se dispuso emplearlos para la promoción de la psicología
científica en forma de ayudas a la investigación, premios y becas. Entre los
beneficiarios de estas ayudas y premios, figuran Pinillos, Siguán, Secadas,
Pelechano, García Yagüe y Yela.
En el departamento de Psicología Experimental ordenamos y
catalogamos los más de cuatro mil libros del legado de Simarro, entre ellos,
las obras de los grandes fundadores de la psicología y cerca de un centenar de
obras filosóficas y científicas de los siglos XVI al XVIII, una treintena de
colecciones de revistas y algunas enciclopedias y Diccionarios, como el de
psicología y filosofía de Baldwin. Varias salas se ocuparon con los aparatos del
legado, en su mayor parte de valor puramente histórico, pero algunos, como un
magnífico banco óptico, perfectamente útiles y aprovechados en nuestras
investigaciones. Asimismo, se clasificaron varias decenas de preparaciones
microtómicas, que aguardan todavía un estudio competente.
En el Departamento y en la Escuela he dedicado muchas horas, lentas
y gratas, a la lectura de los centenares de documentos de Simarro: una copiosa
correspondencia con hombres insignes de su tiempo —Ortega, Unamuno, Altamira— y,
entre ella, una carta en la que don Juan Zaragüeta le presenta al joven Zubiri;
notas bibliográficas, esquemas y apuntes para clase, por ejemplo, cuadros y
resúmenes muy abundantes para un libro que pensaba escribir sobre Luis Vives;
dibujos y fotografías didácticas con los resultados de sus investigaciones
histológicas; títulos, nombramientos y honores; agendas y dietarios de los
casos clínicos que trató; escrituras de propiedad, recibos y facturas; dibujos
y láminas artísticas; documentos y cartas, en número abundante, concernientes a
las Asociaciones a las que perteneció o que fundó y dirigió, como la Masonería
española, de la que fue Gran Maestre del Grande Oriente, la Liga Monista, la
Liga para la Defensa de los Derechos del Hombre, la Sociedad para el Progreso
de las Ciencias, la Institución Libre de Enseñanza, los Ateneos de Valencia y
de Madrid, la Liga Antigermanófila, la Liga Internacional del Libre
Pensamiento, la proyectada Sociedad de Naciones, la Junta de Ampliación de
Estudios e Investigaciones, o que atañen a sus actividades, y a las adhesiones
que en ellas recibió, en defensa de procesados célebres, como el clérigo
Galeote, Unamuno y Ferrer, o a su intervención en huelgas y conflictos
políticos y sociales.
Esta documentación que, en parte, nos ayudó a catalogar la
estudiante norteamericana Temma Kaplan y en la que se apoyó para redactar la
Tesis Doctoral que sobre Simarro presentó en la Universidad de Harvard, figura
ahora ordenada en múltiples carpetas en la Facultad de Psicología de la
Universidad Complutense, donde está asimismo depositado, desde 1983, el resto
del legado de Simarro, excepto los cuadros que, como dije, permanecen en los
locales de la antigua Facultad de Filosofía y Letras, en la Ciudad
Universitaria.
Espero, finalmente, que la Facultad de Psicología, en la que
Simarro soñó y que ya ha puesto a disposición de los profesores y alumnos su
Biblioteca y su Laboratorio, estudiará a fondo la documentación existente y
sabrá utilizar, con más provecho que en el pasado, los fondos de la Fundación
para el desarrollo de nuestros laboratorios e investigaciones experimentales,
como fue, en 1921, la voluntad de Simarro y es, ahora, nuestro deseo y
deber.
[1] carpintero, H. «Germain en su
generación». Rev. Psicol. Oral. Api. 1981, 36, 6, pp.
1.161-1.165.
[2] valenciano, L. «José Germain:
genalogía científica y actividades psiquiátrico-psicoló-gicas». Rev. Psicol.
Gral. Aplic. 1981, 36, 6, pp. 1.153-1.160.
[3] Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza. 1902, 26, pp.
348-352.
[4] Barcelona, Labor,
1930; cito por la segunda edición de 1937.
[5] Dr. enrique salcedo: E! Siglo
Médico, nos. 2, 9, 16 y 23 de enero
de 1926.
[6] viqueira, op. cit.,
p. 54; Kaplan, T.: «Luis Simarro, Spanish histologist» ///
Congreso Nacional de Historia de la Medicina. Actas. Valencia. Sociedad
Española de Historia de la Medicina, 1971, p.
530.
[7] El siglo médico,
23-1-1926, p. 72