Carlos G. Figuerola / Profesor Doctor Dto. Informática Universidad Salamanca
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- El sistema universitario español ocupa puestos que oscilan entre el 7 y el 13, según rankings, metodologías y aspectos a valorar. A lo mejor no es para tirar cohetes, pero tampoco parecen tan malos resultados
- Ciertamente el sistema universitario español es mejorable y tiene desequilibrios importantes y disfunciones que deben corregirse; pero no es el desastre que algunos quieren hacer ver
De un tiempo a esta parte parece que los medios, y no sólo ellos, muestran un cierto interés por los llamados rankings
universitarios, esas clasificaciones de universidades que parecen
servir para diferentes propósitos, desde facilitar la elección de
universidad a los futuros alumnos hasta funcionar como base para la
elaboración de reformas universitarias.
En ocasiones, algunos de esos rankings
actúan como sustento a corrientes de opinión que, apoyándose en una
supuesta posición lamentable del sistema universitario (público)
español, extrae la conclusión de que es necesaria una urgente reforma
del mismo, como es el caso del famoso informe de expertos elaborado a
instancias del ministro Wert. Esta misma corriente de opinión, expresada
de forma más cruda a través de artículos y comentarios en la
eufemísticamente llamada 'prensa de combate', acaba en la conclusión de
que, a la vista, según los rankings, de los
pésimos resultados de las universidades (públicas) españolas, es mejor
no malgastar el dinero del contribuyente en financiar universidades
inútiles: el que quiera tener estudios universitarios, que se los pague
de su bolsillo.
Así, el más citado de todos esos rankings es el de Shangai.
Éste ha conseguido cierta difusión mediática, aún cuando en el mundo
científico y académico está bastante desacreditado. Un vistazo a su
metodología nos puede dar algunas pistas: lo que sus autores llaman
'Calidad de la Enseñanza' sólo vale un 10 por ciento de la puntuación
final. Pero es que esa 'Calidad de la Enseñanza' se reduce sólo a un
recuento de los antiguos alumnos de cada universidad que más tarde han
obtenido el Premio Nobel.
La calidad del staff
académico de cada universidad vale un 20 por ciento, pero se evalúa
teniendo en cuenta la cantidad de profesores que han obtenido el Premio
Nobel en las áreas de Física, Química, Medicina o Economía, o la Fields Medal en Matemáticas, exclusivamente.
La calidad en la investigación vale el 40 por ciento de la puntuación
de cada universidad y, de ella, la mitad (el 20 por ciento del total) se
obtiene en base a los artículos científicos publicados en las revistas Science y Nature.
Hay muchos campos o disciplinas no presentes en ninguna de estas dos
revistas, de la misma forma que hay también muchos -muchísimos-
artículos de elevadísima calidad e impacto que no se han publicado ni en
Science ni en Nature, sino en otras revistas que no se tienen en cuenta.
En referencia al ranking
de Shangai, es frecuente leer que no hay ninguna universidad española
entre las primeras 200. Es cierto, pero casualmente la universidad 201
sí es española, y entre las siguientes tenemos más. En ese ranking de Shangai España ocupa el puesto 11 por número de universidades entre las Top 500 (ámbito mundial).
El ranking conocido como THE ( Times Higher Education) valora bastantes más aspectos, y tiene el importante apoyo de Thomson Reuters,
de manera que, para puntuar la investigación científica utiliza los
datos de citas e impacto de las aproximadamente 12.000 revistas
científicas de todos los campos indizadas por el Thomson Reuters' Web of Science. En este ranking España empata con Taiwan en el puesto 13 entre las Top 400 de todo el mundo.
El Ranking Web of Universities
mide la presencia en el web de más de 21.000 instituciones de educación
superior de todo el mundo. La presencia web no es el número de visitas,
sino índices más complejos basados en el número y la calidad de páginas
web y otros recursos (como PDFs, PowerPoints, etc.), y en los enlaces
recibidos desde otras universidades y otros lugares. Lejos de valorar un
aspecto específico, sus autores defienden que el web de una universidad
es un reflejo bastante fiel de la actividad global de ésta, no sólo de
la actividad institucional propiamente, sino también de la actividad
menos formal, dado que tienen en cuenta no solamente los portales
institucionales de cada universidad, sino también los sitios web de
departamentos, grupos de investigación, asociaciones de estudiantes,
páginas personales de profesores, etc.. La idea es discutible, pero a
estas alturas del verano, con veintitantos años de web a las espaldas,
probablemente no andan tan descaminados.
Sea como fuere, España ocupa el lugar 7 entre las primeras 500 de todo el mundo.
El Centro de Estudios en Ciencia y Tecnología de la Universidad de Leiden elabora también un prestigioso ranking,
que intenta evaluar la productividad científica de las universidades a
partir de estudios bibliométricos, es decir, analizando la producción de
artículos, ponencias y comunicaciones en congresos, etc. a partir de
las bases de datos del Thomson Reuter's Web of Science sobre Ciencia y Ciencias Sociales. Humanidades y Artes no son valoradas en este ranking, al considerar que la información bibliométrica disponible en estas ramas del conocimiento es poco precisa. En este ranking España ocupa la posición 10 entre las 500 primeras del mundo.
Menos conocido por el público en general pero de gran prestigio en el
mundo académico está el ranking elaborado por SciMago. Éste es un
ranking exclusivamente centrado en la investigación. SciMago colabora
con Scopus, la otra gran base de datos de
publicaciones científicas y produce una variada colección de indicadores
de productividad en la investigación científica. Según SciMago, en el
campo de la investigación España ocupa el puesto 7 a nivel mundial.
Como vemos, el sistema universitario español ocupa puestos que oscilan entre el 7 y el 13, según rankings,
metodologías y aspectos a valorar. A lo mejor no es para tirar cohetes,
pero tampoco parecen tan malos resultados. Ciertamente el sistema
universitario español es mejorable y tiene desequilibrios importantes y
disfunciones que deben corregirse; pero no es el desastre que algunos
quieren hacer ver. Lejos de descalificaciones globales, probablemente es
necesario un análisis más fino, con más detalle y rigor, que no olvide
ese carácter multidimensional que tienen las universidades y que permita
mejorar y corregir el sistema.