
El encuentro de la AAAS no es un espacio pensado para presentar los estudios más novedosos. Más bien se trata de sesiones donde expertos de diferentes disciplinas discuten si pueden encontrar indicios de futura psicopatía en niños (y si el entorno influye en que se conviertan en asesinos o directivos exitosos), analizan la peculiar tipología de los planetas extrasolares encontrados por Kepler, contrastan visiones sobre cómo transformar la agricultura para alimentar a 9 mil millones de personas –y si los trangénicos son imprescindibles para ello o no-, presentan sus últimos avances en superconductores, brazos biónicos conectados al cerebro, o diseño de genes con funciones noveles. Contrastan visiones sobre el estado de las diferentes fuentes de energía, anuncian disciplinas emergentes como la aeroecología, se habla de la necesidad de potenciar otras como la diplomacia científica, discuten por qué son tan poco eficientes comunicando el cambio climático, se quejan ante John Holdren del malestar por la congelación de presupuestos, resaltan aspectos de investigación militar y bioseguridad nacional…
Esta aparente falta de grandes titulares hace las sesiones menos noticiables ante los medios. Pero en absoluto menos interesantes. Por eso atrae a más de 1.000 comunicadores científicos, de los que buscan ideas y comprensión más allá de las “noticias” que publican cada semana Science o Nature. Es gozo, alimento e inspiración.
A la lista de antes añade discusiones sobre la situación real del LHC, nuevos candidatos a materia oscura, si la transmisión del HPV por sexo oral también puede causar cáncer, los beneficios cognitivos de hablar dos lenguas aunque se parezcan tanto como catalán y castellano, cómo afectará una gran tormenta solar a nuestro mundo tecnológico, el estado de los océanos, la lucha contra el sida o la tuberculosis, nuevos enfoques multidisciplinares a enfermedades neurodegenerativas, los microorganismos que crecen en las barbas, radares inspirados en murciélagos… y muchísimo, muchísimo más.

Tus recuerdos pueden ser implantados
Elisabeth Loftus subió al escenario a recoger el “Premio a la libertad y responsabilidad científica” por el impacto de sus estudios en memoria humana.
Pero como cualquier deportista que tras enormes sacrificios logre ganar un anhelado título, o músico que recibe la ovación de un público entregado, actriz cuyos compañeros le otorgan un sentido premio, maestra voluntariosa que es felicitada por sus exalumnos, o escritor que recibe cariñosos mensajes anónimos por su obra, Elisabeth Loftus irrumpió a llorar delante de sus colegas científicos al constatar que las largas horas pasadas diseñando estudios, contrastando datos, y sacrificando hipótesis, finalmente habían contribuido a mejorar un poquito la sociedad. Al fin y al cabo; ésta es la principal motivación que mueve a la inmensa mayoría de científicos vocacionales. La sala se puso de pie.

De hecho, de los más de 250 casos de prisioneros que han sido liberados tras demostrarse por análisis de ADN que eran inocentes, se ha visto que la mayor parte habían sido inicialmente imputados por la declaración basada en “falsas memorias” de un testigo ocular. La Dr. Loftus ha testificado en más de 200 juicios, y no sin cierta controversia, en algunos estados testigos oculares han sido desestimados cuando se sospechaba de una memoria implantada y no había otras evidencias para corroborarlo.
El “Síndrome de Falsa Memoria” desarrollado por esta actual catedrática de ecología social y ciencia cognitiva de la Universidad de California-Irvine, también ha generado polémica entre psicoterapeutas. Según sus trabajos, abusos, experiencias traumáticas, y muchos de los recuerdos “revividos” durante sesiones de psicoterapia pueden no corresponder a memorias reprimidas, sino haber sido implantados a posteriori. Incluso inducidos por el terapeuta. A partir de el “síndrome de falsa memoria” algunos psicólogos han llegado a declarar “muerta” a la terapia regresiva.
Elisabeth Loftus lleva 40 años investigando la memoria humana y constatando lo manipulable que es por el estado emocional que nos induzcan, la manera en que se intente recordar, o hasta fotografías amañadas. Es considerada uno de los 100 psicólogos más influyentes del siglo XX, y es la mujer con ranking más alto de la lista. Representa uno de los muchos ejemplos de cómo la ciencia cognitiva, la biología, la astrofísica, o la química va cambiando la manera cómo nos percibimos a nosotros mismos, y generando avances en la sociedad. Seguiremos explorando los próximos días desde Boston, Yale, y Nueva York, y retomando ideas pescadas durante el congreso de la AAAS.