Antonio L. Manzanero
Director del Grupo de Investigación en Psicología del Testimonio
Universidad Complutense de Madrid
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Las Fake News o noticias falsas no es un fenómeno nuevo, aunque recientemente ha tomado cierta relevancia. Históricamente tuvieron una gran trascendencia las falsas noticias sobre la autoría de la explosión del acorazado Maine que desembocaron en la Guerra de Cuba entre España y Estados Unidos en 1898. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Propaganda de Hitler, dirigido por Joseph Goebbels, fue uno de los más conocidos fabricantes de noticias, así como su contrapartida en Reino Unido. En la España franquista teníamos el NO-DO y la censura, como parte de las actividades de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda.
Actualmente las falsas noticias cobran interés a partir de la política de Donald Trump en Estados Unidos, que ha acuñado el término de posverdad, aunque la manipulación de la información (que hoy es más accesible y difícil de contrastar que nunca) está muy extendida. En la última década en España hemos tenido un gran número de periodistas condenados por falsas noticias, algunas con el objetivo de influir en campañas electorales y en connivencia con grupos políticos y/o económicos.
Director del Grupo de Investigación en Psicología del Testimonio
Universidad Complutense de Madrid
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Las Fake News o noticias falsas no es un fenómeno nuevo, aunque recientemente ha tomado cierta relevancia. Históricamente tuvieron una gran trascendencia las falsas noticias sobre la autoría de la explosión del acorazado Maine que desembocaron en la Guerra de Cuba entre España y Estados Unidos en 1898. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Propaganda de Hitler, dirigido por Joseph Goebbels, fue uno de los más conocidos fabricantes de noticias, así como su contrapartida en Reino Unido. En la España franquista teníamos el NO-DO y la censura, como parte de las actividades de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda.
Actualmente las falsas noticias cobran interés a partir de la política de Donald Trump en Estados Unidos, que ha acuñado el término de posverdad, aunque la manipulación de la información (que hoy es más accesible y difícil de contrastar que nunca) está muy extendida. En la última década en España hemos tenido un gran número de periodistas condenados por falsas noticias, algunas con el objetivo de influir en campañas electorales y en connivencia con grupos políticos y/o económicos.
En este sentido, muchas noticias falsas son generadas por interés y por lo tanto la manipulación se realizaría de forma deliberada por personas con escasa ética. No obstante, algunas noticias falsas podrían proceder del desconocimiento o la falta de criterio, por lo que en este caso podría tratarse más de errores no intencionales que de manipulaciones, en cualquier caso inadmisibles en un profesional. La distinción entre error no deliberado y mentira siempre es difícil de establecer, debido a que en muchas ocasiones solo podemos especular acerca de las intenciones, aunque la obtención de un beneficio sería un indicador de posible mentira. Igualmente resulta difícil establecer un perfil específico de la persona que genera falsas noticias, y más aún relacionarlo con un trastorno de personalidad que lo justifique.
Desde un punto de vista práctico, la creación y difusión de noticias falsas tiene una enorme trascendencia, ya que afecta a la capacidad para tomar decisiones y a nuestros recuerdos (individuales y colectivos). La toma de decisiones se realiza en gran parte basada en la información disponible. De este modo un consumidor opta por una determinada marca basándose en lo que conoce de la misma y sus competidores. En este sentido, la publicidad se ha encargado de generar imagen de marca con el objetivo de que determinados productos y empresas se asocien a calidad, potenciando las noticias positivas (véase por ejemplo la web de Marca España). Del mismo modo, se han realizado campañas contrarias a determinadas marcas, orquestadas por la competencia, potenciando y en ocasiones fabricando noticias negativas.
Muy relacionado con la toma de decisiones, el efecto de las noticias falsas sobre la memoria individual y colectiva es igualmente importante, siendo potencialmente capaz de re-escribir la historia e incluso nuestra propia biografía. La memoria nunca refleja la realidad tal como fue, sino que es una construcción en la que la interpretación subjetiva de la realidad se combina con nuestros conocimientos y experiencias anteriores y posteriores a los hechos. De este modo, la información falsa tiene la capacidad de alterar nuestros recuerdos, propiciando que recordemos cosas que jamás sucedieron, fenómeno que es muy conocido en el estudio de la memoria de testigos en causas judiciales (misinformation effect).
Décadas de investigación en el ámbito de la psicología del testimonio han mostrado que todos podemos ser víctimas de la información falsa. En general, aceptamos la información falsa incorporándola a nuestros recuerdos cuando no tenemos una memoria fuertemente asentada sobre esos hechos, cuando es congruente con nuestras expectativas o creencias y cuando consideramos la fuente de información fiable. En este sentido, hay gran cantidad de factores que facilitan la aceptación de la información falsa, siendo más sencilla la manipulación cuando se trata de hechos antiguos, la información se repite a lo largo del tiempo y por un gran número de fuentes, y cuando carecemos de conocimientos adecuados para valorar críticamente la información aportada.
La International Federation of Library Associations and Institutions (IFLA) publicó un esquema donde se señalaban las principales acciones que podrían facilitar la identificación de una noticia falsa:
1. Considerar la fuente (para entender su misión y propósito)
2. Leer más allá del titular (para entender toda la historia)
3. Evaluar a los autores (para ver si son reales y creíbles)
4. Evaluar las fuentes citadas (para asegurarse de que apoyan las afirmaciones)
5. Revisar la fecha de publicación (para ver si la historia es relevante y está actualizada)
6. Evaluar si es una broma (para determinar si se trata de una sátira)
7. Revisar nuestros propios sesgos (para ver si están afectando a nuestro juicio)
8. Consultar a expertos (para obtener confirmación independiente y con conocimiento de la noticia)
Diferentes estudios han demostrado que la mejor forma de neutralizar el efecto de la información falsa es el pensamiento crítico. Esto es, que los receptores tengan conocimientos y estrategias suficientes para detectar el engaño. Ciudadanos críticos y bien formados (e informados) serían menos manipulables por noticias falsas, aunque no es una cuestión de nivel académico. La capacidad de generar y contrastar hipótesis sería la clave. De este modo, las preguntas serían ¿de qué otra forma se puede explicar? Y ¿qué datos contradicen esa información?, ya que los datos a favor por lo general son menos útiles para el conocimiento de la verdad.
Por otro lado, dado que nadie es inmune a su efecto, lo mejor sería prevenir las falsas noticias con altos niveles de intransigencia con respecto a los comportamientos no éticos. Lamentablemente la ética y la epistemología (que estudia los métodos para alcanzar la verdad) son algunos de los contenidos eliminados de los currículos escolares, ya que formaban parte del programa de asignaturas como la filosofía.
3. Evaluar a los autores (para ver si son reales y creíbles)
4. Evaluar las fuentes citadas (para asegurarse de que apoyan las afirmaciones)
5. Revisar la fecha de publicación (para ver si la historia es relevante y está actualizada)
6. Evaluar si es una broma (para determinar si se trata de una sátira)
7. Revisar nuestros propios sesgos (para ver si están afectando a nuestro juicio)
8. Consultar a expertos (para obtener confirmación independiente y con conocimiento de la noticia)
Por otro lado, dado que nadie es inmune a su efecto, lo mejor sería prevenir las falsas noticias con altos niveles de intransigencia con respecto a los comportamientos no éticos. Lamentablemente la ética y la epistemología (que estudia los métodos para alcanzar la verdad) son algunos de los contenidos eliminados de los currículos escolares, ya que formaban parte del programa de asignaturas como la filosofía.
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